Pide en la pescadería una cola de merluza sin piel y solicita que la separen en 2 piezas. De esta manera será más fácil manipularla y se cocinará de forma uniforme.
Precalienta el horno a temperatura alta, entre 230 y 250 °C, para que el pescado se cocine rápido y conserve toda su jugosidad. Coloca las piezas de merluza en una bandeja apta para horno, añade una cucharada de AOVE, sazona con sal al gusto y hornea durante 7 minutos. Pasado ese tiempo, saca la bandeja del horno, échale una cucharada de vinagre y resérvala.
Mientras tanto, prepara el sofrito que dará carácter al plato. Pela y pica finamente los dos dientes de ajo. Toma la guindilla cayena y desmenúzala con la mano; así liberarás mejor su aroma y un picor más equilibrado. En una sartén pequeña, calienta el de aceite de oliva virgen extra y sofríe los ajos junto con la guindilla hasta que el ajo empiece a dorarse ligeramente.
Una vez listo el sofrito, viértelo sobre la merluza horneada y mueve suavemente la bandeja para que el pescado quede bien impregnado. Después vuelca el sofrito en la sartén, dale un pequeño golpe de calor y añade nuevamente esa mezcla al pescado. Al hacerlo, se producirá una ligera emulsión entre el aceite, el vinagre y los jugos naturales de la merluza, dando lugar a una salsa más ligada, con más cuerpo, intensificando los sabores.
Sirve la cola de merluza caliente, bañada en su propio jugo y acompañada, si lo deseas, de unas patatas panadera.
Consejo: este plato gana mucho si lo sirves inmediatamente después de añadir el sofrito, ya que el contraste entre el pescado jugoso y la salsa caliente es lo que lo convierte en una receta memorable.